Podrán muchos objetar, y con razón, que la naturaleza no entiende de política, que, tal como se dice de su Hacedor, saca el sol y hace llover sobre ricos y pobres, libres y esclavos. Sin embargo, hay un color bastante común en nuestro otoño, o al menos en sus frutos, y este es el rojo. De ahí que podamos decir sin demasiado temor a errar que el otoño es rojo.
En efecto, muchos arbustos del bosque mediterráneo que han guardado, escondido con mimo, sus frutos a lo largo de buena parte de la primavera y del verano en el críptico tono verde de sus mismas hojas, para preservarlos de la codicia de depredadores impacientes, los cubren ahora de llamativos tonos rojizos con toda la intención de advertir a los mismos de que el banquete está servido, de que las semillas han madurado y se encuentran dispuestas a ser diseminadas allá donde tengan a bien hacer sus necesidades.
Entre ellos se encuentra el rosal silvestre (Rosa sp), o los rosales, porque son varias las especies presentes y muy difícil de distinguirlas. Sus frutos, los llamados "tapaculos" por su elevado carácter astringente, van a poner un toque de color en los bosques galería, que poco a poco van despojándose de sus hojas.
Muy parecidos a los mismos, algo más pequeños, y claramente diferenciables en cuanto nos fijamos en las hojas, son los frutos del majuelo, espino albar o "tilo" (Crataegus monogyna L.). Como los anteriores, son ricos en vitamina C y si alguien se los lleva a la boca notará que tienen un único "hueso" y no la multitud de peludas semillas del rosal. Peludas e irritantes, hasta el punto de haber sido usadas como polvos "pica pica" cuando estos, aún no habían sido producidos industrialmente ni popularizados por los indescriptibles Hombres G.
Siguiendo con el rojo otoñal nos encontramos a las sabrosas zarzamoras cuya planta, la zarza, puede confundirse con el rosal silvestre pues comparte con él parecido medio en las márgenes de arroyos, y sus hojas son también muy semejantes. Ambas plantas son inconfundibles por sus frutos. Las zarzamoras son unos estupendos semáforos para los glotones comensales del otoño, como los mirlos o los que, independientemente de nuestra orientación sexual, no hemos desarrollado pluma, cambiando primero del verde al rojo y por último al negro para advertirnos de que han alcanzado el grado óptimo de madurez.
Los ingleses tienen multitud de frutillos de este tipo con los que hacen sus compotas, puddings y demás, y que tienen el común denominador de .......berrys. Estas zarzamoras son nuestra única berry. Podríamos llamarlas con acierto las zarzaberrys.
Dejamos para el final, pues nos vamos alargando en demasía, a los dos representantes del género Pistacia, la cornicabra (Pistacia terebinthus L.) y el lentisco (P. lentiscus L.) Ambos son arbustos de hojas y frutos muy aromáticos, dando olor como a resina; la cornicabra de hábitos más umbríos y húmedos que el lentisco, razón por la que es más rara de encontrar en las áreas menos lluviosas y de solana donde el lentisco puede llegar a formar verdaderas masas. Por otro lado, la cornicabra tiene las hojas imparipinnadas y caducas, al contrario de las más pequeñas y perennes del lentisco.
Hojas y frutos de cornicabra
Hojas y frutos de lentisco
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